
Coaches Academy II
625€
Indica en qué país o región estás para poder comprar online.
Debes seleccionar una región *
Los jugadores de fútbol llevan a cabo acciones intermitentes de alta intensidad que a lo largo del partido producen un agotamiento de los depósitos de glucógeno (forma en la que se almacenan los hidratos de carbono en el hígado y el músculo) y un incremento de la exigencia fisiológica que puede acelerar la aparición de la fatiga.1,2 Por ello, tal y como sugiere una revisión realizada por Asker Jeukendrup, la suplementación con hidratos de carbono antes y durante los partidos (~ 30 a 60 g/h en forma de una solución de hidratos de carbono al 6%-7%) aumenta la resíntesis de glucógeno y mejora el rendimiento en deportes de equipo.3 Además de la reducción del sustrato energético, el ejercicio de alta intensidad induce un aumento de la temperatura corporal, lo que desencadena una serie de mecanismos de termorregulación que tienen como objetivo disipar el calor del organismo y mantener la homeostasis fisiológica: redistribución del flujo sanguíneo hacia la piel e incremento de la sudoración. De esta forma, es común que los deportistas sufran pérdidas de líquido corporal durante los partidos, sobre todo cuando la intensidad y la temperatura son elevadas.
A pesar de que la evidencia no es concluyente, diversos estudios sugieren que la deshidratación que sufren los jugadores a lo largo del partido puede afectar tanto al rendimiento físico como técnico de los futbolistas.4,5 El umbral de deshidratación que se estima que puede afectar al rendimiento deportivo es del 2%, asumiendo que los deportistas están en un estado de “euhidratación” (contenido de agua corporal normal) antes de jugar.6 Por ello, uno de los principales objetivos de preparadores físicos y nutricionistas es intentar mantener un estado de hidratación que evite superar el límite del 2% durante el partido, además de asegurar un aporte constante de hidratos de carbono.
Uno de los problemas que tiene el deporte de élite es que la mayoría de los valores de referencia que se tienen se basan en estudios hechos en deportistas amateur o semiprofesionales. Los técnicos apenas tienen datos para responder a preguntas como: ¿Cómo afecta la intensidad del ejercicio y la temperatura al estado de hidratación de jugadores profesionales? ¿Cómo son los patrones de ingesta de líquido e hidratos de carbono en diferentes condiciones ambientales y de rendimiento?
En este sentido, una investigación llevada a cabo por investigadores de prestigio como Ian Rollo, Rebecca K. Randell, Asker Jeukendrup y miembros del departamento médico del FC Barcelona como Javier Yanguas, Daniel Medina, Antonia Lizarraga o Jordi Mesalles, investigaron el balance hídrico y la ingesta de hidratos de carbono en jugadores del primer equipo de fútbol del FC Barcelona cuando entrenaban a diferentes intensidades y temperaturas.7 Para ello se midieron las pérdidas de sudor y de sodio y la ingesta ad libitum de líquidos e hidratos de carbono de 14 jugadores del primer equipo en entrenamientos llevados a cabo en 4 situaciones diferentes:
Los resultados mostraron que la intensidad y las condiciones ambientales influyeron significativamente en la tasa de sudoración, de tal manera que el entrenamiento realizado a mayor intensidad y en condiciones de calor fue el que provocó mayor sudoración en los jugadores (CA: 1,43 ± 0,23 L/h; CB: 0,81 ± 0,17 L/h; FA: 0,98 ± 0,21 L/h FB: 0,55 ± 0,20). Cabe destacar que, en ninguna de las condiciones, los jugadores sobrepasaron el 2% marcado como umbral perjudicial de deshidratación, aunque los grupos CA y FA mostraron un mayor porcentaje de deshidratación, sin mostrar diferencias entre ambos. Según los autores del estudio, “más allá de la intensidad del ejercicio, esto puede ser una consecuencia de que los jugadores usen más ropa en respuesta al frío”. Así, la deshidratación cuando hace frío podría deberse a que la tasa de sudoración aumenta con el uso de varias capas de ropa y a que la ingesta de líquidos se reduce cuando se juega en ambientes fríos.
El estudio mostró que, si bien la sudoración aumenta en determinadas situaciones, los jugadores no superaron el límite del 2% de deshidratación, ya que la ingesta de líquidos se relacionaba con la sudoración: cuanto más sudaban los jugadores más bebían (Figura 1). Un aspecto destacable es que la mayoría de los jugadores en las 4 situaciones planteadas presentaban en orina un estado de deshidratación. En consecuencia, según los investigadores “es probable que los datos de balance hídrico subestimen el grado de deshidratación posterior que se produce durante el ejercicio”. Aunque existe evidencia que sugiere que el entrenamiento en condiciones de deshidratación puede atenuar las consecuencias asociadas a la deshidratación, el rendimiento se optimiza cuando los jugadores comienzan euhidratados a jugar o entrenar.8 Por ello, educar a los jugadores a hidratarse en diferentes situaciones puede ser determinante para reducir el riesgo de deshidratación y mejorar así el rendimiento.
Con respecto a la ingesta de hidratos de carbono, existió variabilidad entre jugadores (rango de 0 a 38 g/h), sin diferencias significativas entre las 4 situaciones estudiadas. La mayoría de los jugadores cumplieron con las recomendaciones mínimas de ingesta de hidratos de carbono propuestas por el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM por sus siglas en inglés) (30 a 60 g de hidratos de carbono por hora para duraciones de partido de 1 hora a 2 horas y media).9
Estos datos muestran la variabilidad del estado de hidratación, la ingesta de líquidos y de hidratos de carbono en función de la intensidad del entrenamiento y de la temperatura ambiental en el fútbol de élite. Por ello, las recomendaciones tanto de la ingesta de hidratos de carbono como de líquidos deben realizarse en función del jugador y de las condiciones de juego.
625€
625€
625€
625€
625€
625€
625€
625€