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Hay dos lecciones claras que hemos aprendido de la pandemia: los estadios vacíos también vacían al fútbol de su espíritu, y las ligas no pueden jugarse con normalidad si existe la amenaza permanente de la enfermedad. Las competiciones europeas, que se reanudaron con todas las medidas posibles de precaución, han tenido, pese a ello, casos aislados entre los jugadores. Es una muestra más de que solo una vacuna nos dará garantías seguras contra el COVID-19, pero ese remedio puede tardar aún meses o años. Y ese plazo tan largo supone una amenaza clara para el fútbol que, sin público, no solo pierde parte de su espectáculo, sino que tiene menos poder de atracción sobre los aficionados. Si esta situación se mantiene en el tiempo este deporte puede perder incluso su protagonismo en la sociedad. Quizá haya llegado la hora de reformarlo.
Uno de los primeros en percibir con claridad la amenaza de la pandemia fue Gianni Infantino, presidente de la FIFA. Antes incluso de que el coronavirus fuera una amenaza llamaba a todos los responsables mundiales a repensar una serie de cuestiones sobre el fútbol, que habían venido aplazándose. Comenzaba por preguntarse cuántos partidos debe jugar al año un futbolista, cuántos torneos deberíamos tener, y qué tipo de competiciones se necesitan para el futuro. Infantino sugería que tal vez se estaba jugando demasiado en algunas partes del mundo, y no lo suficiente en otras. Todas estas cuestiones formaron parte de un documento denominado “Visión 2020-2023: Hacer el fútbol verdaderamente global”.
Este documento propone una hoja de ruta para que el fútbol se apoye en cuatro pilares:
En principio no parecía más que una declaración de buenas intenciones, hasta que Infantino concedió una entrevista al periódico italiano “La Gazzetta dello Sport” asegurando que, además, había que reducir el número de equipos que participan en los campeonatos, y elegir solo a los clubes más grandes, que son los más capaces de proporcionar un buen espectáculo.
La polémica estaba servida, pues era fácil entender que eso dejaba fuera de los ingresos por competiciones a los equipos medianos y pequeños, que son los que hoy más están sufriendo por la pérdida del ticketing. Pero según el presidente de la FIFA es necesario dar este paso atrás para salvar el Mundial de Clubes y la Copa del Mundo. Los ingresos que proporcionan ambos torneos sustentan las canteras de nuevos futbolistas, el fútbol femenino y las federaciones de países con menos recursos. En el mes de marzo este modo de ver las cosas era un cambio de rumbo radical en la FIFA, que lleva años siguiendo la tendencia contraria. A fin de mejorar las cifras de negocio ha venido agregando cada vez más equipos, clubes y torneos. Pero lo que entonces parecía descabellado hoy empieza a parecer lógico.
Y es que tenemos por delante un horizonte de competiciones a puerta cerrada, y estadios que tal vez no vuelvan a llenarse hasta que exista una vacuna. Eso significa por lo menos otra temporada completa, y grandes pérdidas económicas que afectarán más a los clubes más pequeños, muchos de los cuales pueden llegar a desaparecer. Si eso ocurre, la propuesta de reducir el número de equipos vendrá impuesta por la realidad de la crisis, no por la FIFA. Parece, entonces, tener sentido que el principal organismo de gobernanza internacional, que agrupa a las federaciones nacionales, haya tomado la iniciativa. No es que el fútbol mundial tenga que reformarse, es que la realidad va a cambiar este deporte, como a tantas otras cosas en nuestra sociedad, y es fundamental anticiparse y tomar decisiones de forma rápida.
La polémica de marzo se ve hoy muy distinta, ahora que la FIFA acaba de lanzar el “Plan de Apoyo Covid-19”, aprobado en julio, y que repartirá 1.500 millones de dólares entre todas sus federaciones. Es un sistema de subvenciones y préstamos dirigido a salvar tanto el fútbol profesional como el juvenil, masculino y femenino. Su objetivo inmediato será permitir la reanudación de las competiciones, cubrir el coste de implantación de medidas de prevención anti-Covid y sustentar a los equipos mientras pasa la tormenta. A la vez, es un ejemplo de la importancia de los organismos de gobernanza internacionales, capaces de tomar las riendas y reformar el fútbol, o cualquier otro deporte, con el fin de protegerlo y también de hacerlo crecer. Incluso en situaciones como la que atravesamos.
Martín Sacristán
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